Por Jarlen Espinosa.
Santo Domingo. – «Maricón, rapa tu madre», así de fuertes fueron las palabras que utilizó este supuesto agente de la Dirección General de Migración (DGM), cuando le reclamé por entrar en propiedad privada junto a otros más, sin un fiscal, supuestamente «en busca» de nacionales haitianos.
Soy dominicano, nací en mi país y resido en él.
Como ciudadano y periodista, son muchas las cosas que he visto en el ejercicio…
Personas que utilizan uniformes de las diferentes entidades, haciéndose pasar por agentes de la Policía Nacional (PN), de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), Dirección Central de Investigación (DICRIM), no es algo que no haya ocurrido.
Decenas de casos que, no es que se hacen pasar, son miembros activos que se han visto involucrados en sicariato, robos, narcotráfico y demás.
Dicho todo lo anterior señor presidente Luis Abinader, entenderá que confiar en personas armadas que irrumpen en tu propiedad a las seis de la mañana, no es algo que agrade mucho.
Pero lejos de si agrada o no, y es lamentable decirlo, con tantas cosas que se han visto uno ya ni sabe quién representa un peligro a nuestra integridad, si el ladrón o el policía, el capo o los agentes, los extranjeros o los agentes.
Puede que por allá las cosas sean diferentes señor presidente, pero, aquí en los barrios no todo es color de rosas.
Esta mañana, lejos de sentirme orgulloso por ver a los supuestos agentes de Migración hacer una labor «por la Patria», me sentí invadido e inseguro.
Primero porque no vi a ningún fiscal que les acompañara, segundo porque si mi hijo de nueve años, quien es operado del corazón, se hubiese levantado de su cama nervioso por el ruido de los zinc, y se le ocurre bajar a prisa la escalera, hay un riesgo en eso.
Tercero, porque los nacionales haitianos se pasean en nuestros barrios con total libertad en el día, sin que exista ningún operativo focalizado sector por sector para contrarrestar eso.
Cuarto, porque la única justificación que me dio el supuesto agente, para entrar con armas a mi propiedas, es que al lado de mi casa viven dos haitiano.
Ya habían venido, yo no estaba, por suerte ahora sí.
Pero que extraños armados entren como «Pedro por su casa», no es algo que como dominicano me haga sentir seguro, en especial sabiendo que podrían hacer lo mismo sin que sea yo quien esté en casa, sino, mi hija de 14 años.
Bueno, usted tiene hijas, creo que en esa parte me entiende.
Además, que ese supuesto agente se atreviera a decirme en mi cara que yo había escondido a nacionales haitianos, siendo mentiras, me da menos seguridad, en lo personal entiendo que si miente es capaz de todo.
Cuando me dijo eso, con mi carnet de prensa a manos y mientras le gravaba le pregunté:
«¿Usted sabe quien soy yo?»
Porque, a nosotros los periodistas nos gusta que las acusaciones y argumentos sean reales, verídicos, no ficticios.
Yo continué reclamándole que tendía que venir con un fiscal para entrar a mi propiedad, que aunque no tengo problemas con que haga sus labores, los procedimientos deben ser respetados, para que, a dominicanos como yo, y al que no lo sea y está legal, se le garanticen sus derechos.
«Maricón, rapa tu madre», fueron las palabras de este supuesto agente.
Señor presidente, no me sentiría seguro con que ese mentiroso vuelva a invadir mi propiedad, en especial cuando sea mi hija que esté sola.
Pero por último, y no menos importante, por favor…
¡Dígale que no me mate!